Por Valeria Muda*
La pandemia que estamos atravesando como sociedad modificó varios de nuestros hábitos. Entre ellos, cambió modalidades de trabajo y la vida cotidiana se vio afectada durante un tiempo por las restricciones y la posibilidad de transitar en horarios establecidos. Si hoy bien las formas de relacionarnos parecerían haber entrado en una “nueva normalidad”, debemos rescatar lo que nos enseñó esta etapa en materia de prevención cuando todos logramos poner un “stop” en el acelerador para construir juntos una nueva forma organizarnos. En este contexto, los accidentes viales son una realidad con la que debemos seguir lidiando como sociedad y no podemos mirarlos de costado. Resulta fundamental seguir capacitando a la sociedad sobre la importancia de la prevención y la ética al volante.
Durante los seis primeros meses de 2021, el número de muertes por siniestros viales fue el más bajo de los últimos trece años y sólo subió 11 por ciento con respecto a 2020, según un informe difundido por la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV), por lo que podemos evaluar algunas de las consecuencias que han tenido las restricciones debidas al distanciamiento social.
Sin embargo, en la medida en que fueron avanzando las etapas del aislamiento, y se abrieron las fronteras empezó a aumentar el tránsito y con ello, muchas personas volvieron a manejar, y hubo quienes recuperaron hábitos y costumbres al volante inapropiadas, como manejar por espacios no permitidos, utilizar calles en contramano o excederse de la velocidad. Desde el sector de la Internación Domiciliaria, vivimos en carne propia este flagelo: una proporción significativa de las personas que atendemos son pacientes con lesiones y discapacidades de distintos tipos a partir siniestros viales. Por eso es que resulta imprescindible difundir campañas que generen cambios en las actitudes y costumbres para reforzar todo lo que conseguimos durante este tiempo de quietud social, es decir, la baja en los índices de accidentes y por consiguiente de muertes y heridos.
Pero no solo la prevención atañe a cómo nos manejamos en la calle. También refiere al plano emocional y qué hacemos en una etapa siguiente, cuando ya ha ocurrido un accidente. Sin duda, los siniestros viales generan un fuerte impacto en la vida de las personas que los atraviesan. Nuestros especialistas advierten que, en el caso de quienes vivencian estas situaciones, la contención resulta impostergable para que haya resiliencia. En otras palabras, para prevenir: ataques de pánico, ira, depresión, fobia a viajar o a salir de la casa, trastorno por estrés postraumático, así como también múltiples somatizaciones: cefaleas, colon irritable, trastornos de la alimentación y del sueño.
En este marco, si la persona afectada debe atravesar una rehabilitación, el acompañamiento va a ser prioritario porque el cuerpo es un todo: desde lo físico hasta lo emocional. Luego de haber sufrido un accidente de tránsito y tras la etapa de hospitalización y el alta médica, se sugiere comenzar con la rehabilitación tan pronto como sea posible. Está comprobado que la Internación Domiciliaria se convierte en una aliada en la recuperación, ya que el paciente puede hacerla desde su hogar, cerca de sus familiares, contando con los recursos físicos y humanos que necesita para superar la situación inicial.
Es evidente que aún queda mucho por hacer en materia de prevención para lograr que las personas comprendan la necesidad de incorporar buenos hábitos de seguridad vial. Es probable que el actual contexto nos haya hecho reflexionar sobre la necesidad de un cambio en nuestras conductas y salgamos más fortalecidos de esta situación y con más herramientas a la hora de enfrentarnos al volante, sobre todo para que las pérdidas que hemos tenido no hayan sido en vano y representen el cambio que necesitamos como sociedad para salir adelante.
*Licenciada en Administración de Servicios de Salud y Directora de Grupo Medihome